La Magia de las Primeras Veces en Pareja (con una BARISTA)
August 31, 2024El empoderamiento femenino … uff la palabra y la frase, te juro ya lo detesto. Pero, con el permiso de todas, ¡aquí va! Porque sí, somos mujeres, y claro que podemos hacer de todo, tooodo todito. Algunas somos más hábiles en unas cosas, otras en otras. Pero, ¿sabes qué? No entiendo por qué a veces nos empeñamos en minimizar o, peor, satanizar la masculinidad. Mi amor, ¿qué ganamos con eso?
Te cuento una historia real que me hizo reflexionar sobre esto. Hace unos días, decidí que iba a poner un estante en el baño de mis niños. Mi esposo estaba en casa, pero, “pobrecito”, no podía en ese momento. Si te soy sincera, más bien no quería…
Pero yo, en mi modo ‘Wonder woman’ activado (porque así me siento cuando me da la necedad), decidí que lo haría sola. Dije: “¡Vamos, Sarita ! Tú puedes, lee las instrucciones y dale”. La verdad me tuve que ir a YouTube encontré un cómo poner un shelve y voilá!!! Y bueno, ahí me tienes, con taladro en mano y un montón de piezas sueltas, tratando de entender qué iba dónde. ¿Y qué crees? ¡Un desastre olímpico! 😅
No te mentiré, más de una vez salí del baño a preguntarle a mi esposo cómo era que se hacía tal cosa o por qué la pieza no encajaba. Y él, tranquilo, con su mirada de “te lo dije”, me dejó que siguiera con mi faena. 🤷♀️ Lo bueno es que se rió conmigo, no de mí, porque sabía que al final iba a aprender una lección.
Les resumo?? al final, logré poner el estante, pero… ¡spoiler! Lo compré sin medir el espacio, y claro, no servía. Así que directo a la devolución de Amazon, sin esperar ni un segundo más. 😅Pero hay más… la estabilidad no fue la mejor y el par de huecos que dejé en la pared también del tamaño de los aros olímpicos ☺️
Les resumo los huecos se quedaron en la pared, devolví los estantes y al día siguiente mi esposo me pisó los nuevos.
Este pequeño episodio me recordó algo muy importante. Sí, claro que puedo hacerlo todo. Las mujeres podemos con mil cosas, eso no está en discusión. Pero… hay momentos en los que reconocer que no somos expertas en todo, y es liberador. Ahí es donde entra el valor de la masculinidad. Porque, ¿sabes qué? Tener un hombre (o quien te de la gana) al lado que pueda hacer lo que yo no, no me hace menos poderosa ni menos capaz. Al contrario, hace que nuestra relación sea más fuerte.
La masculinidad no es el enemigo. No es algo que deba ser minimizado. De hecho, es complementaria. Cuando aceptamos que hay cosas en las que ellos brillan más que nosotras, y viceversa, es cuando realmente encontramos el equilibrio. Y no, no digo que se trate solo de habilidades prácticas como taladrar una pared (que oye, algunas mujeres lo hacen de maravilla, no es mi caso, pero lo reconozco). Se trata de entender que ser mujer empoderada no significa hacerlo todo sola, ni tampoco competir con ellos en todo.
En mi caso, aceptar que no soy una experta en cosas como atornillar y taladrar no me hace menos, solo me hace humana. Y tener un hombre al lado que pueda hacer esas cosas, mientras yo me enfoco en otras, no solo es práctico, sino que también refuerza nuestra relación. Porque al final, el empoderamiento no debería ser sobre demostrar que podemos hacerlo todo solas, sino sobre reconocer que juntos, con nuestras diferencias y fortalezas, somos invencibles.
Por ello mejor me gusta decir mujeres poderosas, mujeres exitosas, mejor que empoderada. Porque tristemente el término lo han prostituido a costos muy bajos. Suele ocurrir con el uso indiscriminado.
Así que, chicas, no minimicemos la masculinidad. ¡Aprovechémosla! Porque, aunque podemos con todo, no siempre tenemos que hacerlo todo. Y eso, también, es parte del poder.